Digitalizar Basura:

Cómo la Transformación Digital se Convierte en un Multiplicador de Estupideces


En demasiadas empresas, la “transformación digital” es solo maquillaje tecnológico sobre un sistema enfermo. La narrativa oficial habla de eficiencia, agilidad y competitividad, pero rara vez menciona la verdad incómoda: si el proceso de origen está roto, digitalizarlo no lo arregla, lo empeora. No estás innovando, estás encapsulando errores en una cápsula de titanio y poniéndolos a funcionar 24/7.


El pensamiento lineal asume que la tecnología, por sí sola, cura ineficiencias. Sin embargo, un sistema defectuoso —con cuellos de botella, pasos redundantes, métricas irrelevantes y decisiones mal fundamentadas—, al ser digitalizado, se convierte en un replicador industrial de fallos. La lógica es simple: lo que antes se equivocaba una vez al día, ahora se equivoca miles de veces por minuto… pero con una interfaz más bonita.


Ejemplos abundan. Empresas que automatizaron procesos de aprobación sin revisar sus criterios terminan con autorizaciones absurdas más rápidas que nunca. Organizaciones que migraron sus formularios obsoletos a una app, creyendo que eso era “innovar”, descubrieron que la experiencia del usuario era igual de frustrante… solo que ahora con notificaciones push. Y compañías que digitalizaron su cadena de suministro sin rediseño previo lograron una maravilla: errores de inventario sincronizados a escala global.


Este fenómeno no es nuevo; la diferencia es que antes los errores eran locales, manuales y corregibles. Ahora son globales, automáticos y persistentes. La digitalización sin rediseño crea lo que podríamos llamar estupidez algorítmica: una versión más veloz, precisa y difícil de revertir de los problemas estructurales que ya tenías. En otras palabras: conviertes defectos humanos en defectos sistémicos.


El origen de esta trampa está en confundir “transformación digital” con “compra de software”. Implementar un CRM, ERP o cualquier otra herramienta sin una revisión crítica de los procesos es como instalar un motor de Fórmula 1 en un auto con el chasis torcido: el accidente será más rápido, más costoso y más espectacular. La pregunta no es “¿qué podemos automatizar?”, sino “¿qué merece ser automatizado después de rediseñarse?”.


Aquí es donde entra la disciplina de pensar en sistemas complejos: cada proceso está conectado a otros, y digitalizar uno sin entender esas interdependencias es introducir un bug silencioso que puede propagarse por toda la organización. Si un proceso está enfermo, primero se diagnostica, luego se rediseña… y solo después se digitaliza. Cualquier otra secuencia es un acto de fe tecnológica que suele terminar en desastre.


En el próximo artículo entraremos a uno de los caballos de Troya más comunes: el ERP. Esa promesa dorada que, mal gestionada, convierte la automatización en un campo minado. Si crees que tu software de gestión es la bala de plata que arreglará todo… quizás estés a punto de dispararte en el pie.


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FRAGMENTA
Lo que está roto no se integra, se enfrenta