SOBREVIVE:

El método del fundador que no pide permiso

En tiempos donde las startups buscan validación externa para existir, hay quienes están edificando negocios como se construye un templo: con cimientos firmes, columnas claras y una estructura que resista el paso del tiempo.

TEMPLUM no es una moda, es una arquitectura. Una forma de construir empresas con sentido, orden y poder. Sin rondas. Sin padrinos. Sin miedo.


Aquí están sus ocho columnas fundamentales:


1. Vocación

El negocio nace del llamado interno. No se trata solo de ganar dinero, sino de responder a una urgencia personal y colectiva. La vocación es convicción. Lo que da dirección en la tormenta.


2. Problema

Sin problema, no hay negocio. Tu producto no es el centro: lo es el dolor que resuelves. Compréndelo mejor que nadie. Que tu solución sea inevitable, no solo deseable.


3. Frontera

Define qué no eres. Qué no harás. A quién no servirás. Enfocarse es renunciar. La frontera te protege del ruido, la ansiedad por crecer, y el riesgo de perderte en el camino.


4. Oferta

Crea una propuesta clara, concreta y valiosa. Lo que entregas debe ser evidente, no brillante. Cuanto más sencillo de explicar, más potente. Hazlo útil. Hazlo cobrar.


5. Modelo

¿Cómo monetizas? ¿Cómo produces, entregas, capturas valor? El modelo es tu esqueleto. Sin modelo, eres solo intención. Con modelo, eres sistema.


6. Flujo

Antes que branding, busca ventas. No es glamuroso, pero es vital. Ingresa, cobra, ajusta. Sin flujo, no hay oxígeno. La liquidez es la verdad más cruda.


7. Orden

Aunque seas pequeño, piensa como grande. Formaliza procesos, cuida tus números, mide lo que importa. El caos no es parte del viaje: es un enemigo interno.


8. Revisión

Cuestiona todo. Reajusta sin drama. Ningún plan sobrevive al contacto con el mercado. Revisa, escucha, adapta. La flexibilidad es una forma de sabiduría.


TEMPLUM no es para todos. Es para quienes quieren fundar, no impresionar. Para quienes entienden que un negocio sin raíces no resiste ni una sequía.

No promete unicornios. Promete libertad.


El capital de riesgo fue útil. Pero hay vida —y grandeza— más allá de él.


Ahora, te toca a ti. ¿Qué estás construyendo?

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La Pandería que dijo No