Durante años, la narrativa de Silicon Valley sedujo a miles de emprendedores latinoamericanos. Bastaba una idea con algo de “tech”, un pitch en inglés mal pronunciado y la bendición de una aceleradora para soñar con millones. En Centroamérica, donde el capital escasea, esa promesa fue aún más potente. Pero algo cambió. El capital de riesgo ya no fluye como antes, y la fiesta parece haberse acabado antes de que muchos siquiera llegaran.
Las startups fueron vendidas como el camino rápido al desarrollo económico. Gobiernos, ONG, bancos de desarrollo y universidades se sumaron al coro: hackathons, coworkings, bootcamps, incubadoras. Pero los resultados son magros. ¿Cuántas startups locales han crecido sin subsidios? ¿Cuántas exportan? ¿Cuántas tienen clientes reales, no solo prospectos o “usuarios”? El modelo de levantar inversión para crecer sin rentabilidad ya no cuadra en economías donde el crédito es caro, el mercado es pequeño y los problemas son complejos.
Y sin embargo, algo está emergiendo. Empresas que no aparecen en TechCrunch, pero que están creciendo con ventas reales, sin quemar dinero. Fundadores que no buscan “rounds”, sino estabilidad. Equipos pequeños que combinan tecnología con modelos de negocio sostenibles, aunque sean aburridos. Gente que construye sin pedir permiso, sin pitch, sin glamur. Puede que no tengan unicornio, pero sí propósito y control.
¿Y si el modelo startup importado nunca funcionó aquí? ¿Y si nuestras condiciones exigen otras formas de emprender? ¿Y si la verdadera innovación es sobrevivir con elegancia, sin depender de fondos externos que nunca llegan o llegan con condiciones que matan la esencia del negocio? Esta no es solo una crisis de liquidez global. Es una crisis de imaginación local.
Claro, el venture capital sigue existiendo, y siempre habrá excepciones. Pero el mito se desinfla. Horowitz hablaba de fundadores que odian tener jefes. Teece de construir con lo que ya tienes. Lerner de que la mayoría de empresas nunca recibirá inversión externa. En América Latina, esto no es teoría. Es supervivencia.
En el próximo artículo: ¿Qué viene después del venture capital? Vamos a explorar las alternativas que ya se están moviendo bajo el radar: bootstrapping, modelos cooperativos, fondos basados en ingresos, alianzas locales. Porque si el dinero fácil se fue, lo que queda es ingenio, paciencia y estrategia.