¿Quién Dijo que el Modelo de Negocio Era un Lienzo?

Si vas a jugar con fuego, al menos estudia a quienes ya incendiaron el tablero. Drucker (1954) lo dejó claro: el negocio no empieza con lo que tú haces, sino con lo que el cliente decide pagar. Mientras tú produces, el cliente define si eso tiene sentido. Penrose (1959), ignorada por décadas, entendió que las empresas no son cosas, son procesos vivos: acumulación de conocimientos y capacidades que pueden —o no— ser explotadas con inteligencia.


Porter (1980) nos dio cinco fuerzas y una jaula. Su visión estructuralista fue útil en un mundo pre-internet, pero hoy sus ventajas competitivas parecen muros de cartón. Hamel & Prahalad (1994) reventaron esa lógica: no se trata de competir mejor, sino de competir distinto. El modelo de negocio se convierte así en el arma más letal, no por lo que contiene, sino por la lógica que impone.


Entonces llegó el orden. Osterwalder (2004) metió todo en una plantilla elegante. El canvas se volvió mantra en MBA y talleres de emprendimiento. Pero el canvas no es Dios. Es un croquis, no la arquitectura. Sirve, pero engaña. Kim & Mauborgne (2015) propusieron salir del océano rojo y dejar de pelear por clientes. Crea tu propio espacio, dijeron, donde nadie más pueda jugar. ¿Lo hicieron? Sí. ¿Todos pueden? No. El modelo requiere más que intención, requiere ejecución radical.


Adner (2012) nos dio una bofetada final: puedes tener el mejor modelo del mundo, pero si tu ecosistema no coopera, vas directo al cementerio. Pregúntale a Kodak. O a Nokia. O a todos los que pensaron que la innovación técnica era suficiente. Spoiler: no lo es.


Hoy el modelo de negocio ya no es un plan. Es un acto político. Es una declaración de guerra contra el status quo. Es una narrativa que decide quién gana, quién desaparece y quién nunca será visto. No basta con ser diferente: hay que cambiar las reglas del juego. Netflix no inventó el streaming. Uber no inventó los taxis. Apple no inventó el smartphone. Lo que sí hicieron fue hackear el modelo dominante y hacerlo suyo.


Si todavía crees que un modelo de negocio es algo que se llena en un taller de fin de semana, mereces perder. Los ganadores no optimizan el lienzo, dinamitan el tablero. Y si no estás dispuesto a romper tu modelo actual, te van a romper a ti. Porque, en este juego, lo que no se transforma, se extingue. ¿Quieres sobrevivir? Empieza por destruir.


En el próximo artículo: Caso de estudio real y brutal. Cómo una empresa común y corriente se transformó en una máquina imparable, no por lo que vendía, sino por cómo cambió la lógica del mercado.

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Modelos de Negocio Radicales
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