El Precio como Cuchilla:

El Riesgo de la Autodestrucción

Era 2019 cuando “Carnívora”, una cadena de restaurantes de asados fundada en los 90, decidió que su futuro dependía de precios tan bajos que nadie pudiera competir. Todo comenzó en una reunión donde Rodrigo Méndez, su director financiero, presentó su plan con un brillo maníaco en los ojos: “30% de descuento en todos los menús. ¡Mataremos a la competencia de hambre!”.


Al principio, fue un éxito brutal. Las mesas se llenaban, la gente hacía fila en la acera y los clientes compartían fotos en redes sociales: “¡Calidad a precio de risa!”. Pero esa risa era un eco vacío. Pequeños restaurantes familiares cerraron sus puertas una tras otra, incapaces de igualar el festín barato.


Detrás de la euforia, el equipo de Carnívora vivía en tensión constante. Marta, la gerente de compras, lidiaba con proveedores desesperados que recortaban calidad para sostener los precios bajos. Camareros sobrecargados servían carnes cada vez más mediocres, mientras la cocina luchaba por mantener una mínima dignidad culinaria.


La historia no terminó con el éxito inicial. Carnívora cavó su propia tumba: la obsesión por el volumen hizo que los márgenes se evaporaran como grasa sobre la parrilla. El servicio se volvió lento, las críticas en redes crecieron y la reputación que tanto cuidaron durante años quedó hecha trizas. De ser la bestia del mercado, Carnívora se convirtió en un zombi que sobrevivía solo por inercia, sin alma ni propósito.


Mientras tanto, un nuevo jugador, “Brasa Rebelde”, abrió su primer local a solo cinco cuadras de la Carnívora más emblemática. Su propuesta era diferente: ingredientes locales, proveedores responsables, un servicio que contaba historias de cada corte de carne. Pablo Cortés, su fundador, apostó por precios más altos, casi el doble que los de Carnívora. Su mantra era claro: “La gente paga por el fuego y el relato, no solo por la carne”.


Brasa Rebelde no destruyó a nadie, pero sedujo a todos. Clientes desencantados de Carnívora llegaron buscando algo más que llenar el estómago. En 2023, Carnívora cerró la mitad de sus locales y se vendió a un fondo buitre por centavos. Brasa Rebelde, en cambio, duplicó su tamaño y consolidó una marca con alma.


Las lecciones son tan contundentes como una chuleta al carbón:

  • El precio no es solo un número: es la promesa que haces al mercado y la confianza que construyes con cada cliente.
  • La guerra de precios es un juego de suma cero que termina desangrando al más débil… incluso cuando ese débil eres tú.
  • La historia que cuentas, la calidad que respaldas y el valor percibido son los verdaderos anclajes de un precio sostenible.


La cuchilla del precio no destruye a la competencia: puede destruirte a ti mismo. En nuestro próximo artículo, desentrañaremos un método sistémico para que el precio no sea la soga en tu cuello, sino el filo que defiende tu propuesta única.

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Choque de Titanes:
La Guerra Filosófica del Precio