Martha no se atrevió
Martha Martínez no era una improvisada. Ingeniera industrial, MBA en operaciones, reconocida por su disciplina quirúrgica y su obsesión por la calidad. En 2021, renunció a su puesto en una transnacional para fundar VolteraTech, una startup que buscaba revolucionar el uso energético en pequeñas industrias manufactureras.
Su propuesta era brillante: un sistema de monitoreo inteligente para reducir pérdidas energéticas invisibles. Había datos. Había mercado. Había urgencia. Pero algo se quebró en el camino.
Durante meses, Martha diseñó el prototipo, validó con expertos, reunió testimonios de fábricas piloto. El feedback era entusiasta. Los inversionistas la animaban a lanzar. Pero ella no. Siempre había un ajuste más, una simulación más, una métrica que no estaba lista. “Todavía no es momento”, repetía. “Necesitamos más evidencia”. Nadie la presionaba, pero todos la veían detenerse justo antes del salto.
Mientras tanto, en otro rincón del ecosistema, Enerbit, un grupo joven sin tanta experiencia, con un MVP menos robusto pero más agresivo, lanzó su solución. Fallaron en algunos aspectos técnicos. Pero aprendieron. Ajustaron. Crecieron. Y se posicionaron.
Martha los observó desde LinkedIn. Meses después, Enerbit firmó con una red de industrias medianas y recibió inversión institucional. VolteraTech seguía en modo laboratorio. Un año después, Martha cerró. No por falta de talento. No por falta de oportunidad. Sino por exceso de prudencia.
En una conversación íntima, ya cerrando operaciones, Martha admitió:
—“No me paralizó el fracaso. Me paralizó imaginarme explicándolo. Me entrenaron para no equivocarme”.
Lecciones desde el abismo
- El riesgo no está solo en actuar. También en esperar. A veces, la búsqueda del momento ideal es una estrategia inconsciente para no actuar nunca.
- Demasiado análisis puede ser una forma elegante de evasión. Lo racional también miente cuando se usa como escudo emocional.
- Las decisiones valientes no son temerarias. Son conscientes de que equivocarse duele menos que no intentarlo.
- La innovación requiere coraje metódico. No se trata de saltar al vacío, sino de diseñar el paracaídas mientras se cae.
- El juicio social pesa más que el fracaso real. Por eso, gestionar el ego es parte de innovar.
Martha no falló por ignorancia. Ni por falta de análisis. Falló porque su percepción del riesgo estaba atrapada en una narrativa de perfección. Lo trágico no es haber perdido. Lo trágico fue nunca haber jugado.
Y tú, ¿cuántas ideas tienes almacenadas en la bóveda del “aún no es tiempo”?
En el próximo y último artículo de esta serie, vamos al grano:
¿Se puede aprender a tomar mejores decisiones bajo incertidumbre?
Exploraremos un método para enfrentar el riesgo sin que nos domine, y actuar con inteligencia emocional, estratégica y antifrágil. No es magia. Es práctica consciente.
Nos vemos ahí.